Víctor Raúl López Ruiz, Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Universidad de Castilla-La Mancha
Tras la pandemia de la Covid-19, ha llegado la guerra, todo se acelera, la estructura energética que mueve el mundo ahora está en proceso de cambio. El ciclo económico se mueve hacia una nueva recesión con precios altos y subida de tipos. La calidad de vida de los ciudadanos se transforma en este nuevo paradigma social donde cada vez damos más importancia al triángulo de la sostenibilidad (económica, social y medioambiental).
Algunas de las conclusiones del trabajo de medición realizado durante los tres últimos años por el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV-UCLM) fundamentan ese cambio. Desde 2020 el ciudadano español cada vez es menos feliz y los jóvenes ahora son más vulnerables. Pero, además, el teletrabajo no es una opción para la mayoría, y la situación económica agrava y diferencia más esa calidad de vida.
Equilibrio sostenible
La felicidad de los ciudadanos cada vez está más condicionada por el equilibrio entre las dimensiones de la sostenibilidad: económica, social y medioambiental. El modelo de la felicidad recoge estas dimensiones como clave. Los factores que determinan estas dimensiones se ciñen a la situación económico laboral de los ciudadanos, a las relaciones sociales con especial importancia en el lugar de residencia y a los condicionantes medioambientales del entorno.
La relación entre situación económica y calidad de vida es un hecho. Los países con PIB más alto que recogen datos en el informe anual de Naciones Unidas ascienden a los primeros puestos del ranking de felicidad, año tras año. Esto es, existe una relación positiva entre economía, incluido el mercado de trabajo, relaciones laborales y la accesibilidad a servicios, con calidad de vida. Esta situación también sucede internamente en España, siendo las rentas más altas más felices que las bajas, con más de 12 puntos porcentuales de diferencia en 2022.
El segundo perfil de sostenibilidad, el social, es factor clave del estado del bienestar en el que Europa es líder mundial. El desarrollo social tiende a satisfacer todas las necesidades de las personas, lo que conduce a su satisfacción. Seguridad, confianza en sus relaciones de proximidad o vecindad, gobernanza, estado del bienestar, integración, incluso multiculturalidad social, influyen positivamente en la calidad de vida, por lo tanto, en la felicidad. Todos los elementos de la infraestructura social son pues fundamentales.
El tercer pilar relativo a los aspectos medioambientales muestra una clara relación con el bienestar de las personas, tanto de manera positiva como negativa. La reducción de la degradación medioambiental, como la contaminación del aire y el agua, el aumento al acceso a los recursos naturales, como parques y espacios verdes, los servicios de reciclaje, la reducción del ruido… contribuyen positivamente en el bienestar ciudadano. Por contra, inadecuadas políticas hacia el entorno están asociadas con resultados adversos para la salud: problemas respiratorios, cardiovasculares, psíquicos… Este pilar, el más novedoso, está siendo activado como estrategia de lucha contra la despoblación, a través de una imagen superior de calidad de vida “verde” en las áreas rurales versus las urbanas, también en España.
En resumen, son las variables de estas dimensiones, de acuerdo con la jerarquía en importancia según fueron enumeradas y presentadas en la figura, las que constituyen los factores sociales clave, en el modelo actual, para determinar la felicidad ciudadana.
Vulnerabilidad en calidad de vida según edad, sexo, población y renta
Interesa ahondar en las diferencias del paradigma en cuanto a las principales clasificaciones sociales que las pueden determinar. El género, la edad, el ámbito residencial urbano o rural y la renta fijan los diferentes perfiles de vulnerabilidad.
La edad resulta claramente el factor más diferenciador. Los jóvenes menores de 30 años son muy sensibles en la dimensión económica, pero también son más críticos en su apreciación medioambiental y social. Por tanto, su vulnerabilidad se centra en mejoras en cuestiones individuales y sociales, tanto en su situación laboral, relaciones, cambio social, gorbernanza y calidad medioambiental. Los mayores de 70 años, seguidos de los boomers, cuentan con las mejores valoraciones del modelo y sus efectos positivos en calidad de vida.
El género en este paradigma conduce a la vulnerabilidad fundamentalmente económica de la mujer, tanto por cuestiones laborales como de dependencia económica que las hacen más críticas con la accesibilidad a servicios, el transporte y gobernanza.
En el enfrentamiento del medio rural versus urbano en la oferta residencial para el logro de calidad de vida se muestran diferencias significativas, pero en sentido contrario. Mientras las variables determinantes de la sostenibilidad medioambiental y social fluyen claramente a favor del medio rural, las variables de tipo económico y de accesibilidad a servicios basculan hacia las áreas urbanas.
Por último, la vulnerabilidad asociada a rentas en nuestra sociedad es un hecho probado. Las dos dimensiones diferenciadoras en este caso son fundamentalmente la económica y la social. El entorno y su cuidado cuenta con menor diferenciación en renta, siendo en este caso más crítico el grupo con rentas más bajas al residir en espacios más desfavorecidos.
Perfiles sociales
A modo de conclusión, presentamos los perfiles sociales tipo que encontramos más distanciados en la sociedad española. En el eje inferior del modelo tenemos al joven, de género femenino, baja renta, que vive en área rural de baja accesibilidad. En el eje superior tenemos al boomer, varón, de renta alta que reside en zona urbana residencial.
Por último, dos cuestiones (una sociológica y otra cuantitativa) y una reflexión.
La primera es que aún contemplando esta visión de calidad de vida ciudadana quedan fuera del modelo las circunstancias personales del individuo y el factor clave social que sigue siendo la entidad familiar.
La segunda es que las reflexiones plasmadas en el artículo son fruto del análisis de casi 5 000 respuestas proporcionadas por ciudadanas y ciudadanos españoles en tres años desde 2020.
La reflexión: la felicidad social que nos proponen como ciudadanos continúa siendo heterogénea, pero lo peor es que es más cruel con quien mañana debe asegurar el modelo, por lo que su equilibrio pende de demasiados hilos.
Víctor Raúl López Ruiz, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Econometría), Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Estadística), Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Profesora Ayudante Doctora, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.