Los cromos, abanderados del coleccionismo, inspiran ternura, conocimiento, ilusión, aventura y nostalgia del tiempo pasado. Los cromos fueron un elemento cultural de primera magnitud y gracias a ellos muchos niños conocieron a personajes míticos, seres fabulosos, maravillas del mundo, culturas, monumentos, actores, deportistas, escritores, músicos, pintores, reyes...
En España la palabra cromo, como abreviatura de cromolitografía, no apareció en el diccionario de la Real Academia hasta la edición de 1884, a pesar del empleo anterior de la técnica. Además de la clásica acepción de cromo como metal, figura una segunda como cromolitografía y la definición siguiente: “arte de litografiar con varios colores, los cuales se obtienen por impresiones sucesivas”. También se aplica a la “estampa obtenida por medio de este arte”. En ese sentido el cromo sería una continuación de la tradicional estampa pero en color.
Los cromos estuvieron ligados en sus comienzos a la publicidad y las colecciones que presentamos así lo ponen de manifiesto. Por ejemplo, el Lloyd Español del 13 de noviembre de 1866 daba cuenta de la inauguración en Barcelona de una tabaquería en la que se podían encontrar cajetillas “con elegantes y caprichosos cromos de las fábricas habaneras”. El mismo diario anunciaba el 12 de febrero de 1868 la salida de “unos bellísimos cromos” del dibujante Ramón Puiggarí destinados a envolver cigarrillos habanos.
Su utilización prioritaria tuvo que ver con la publicidad de productos muy diversos, generalmente mediante su entrega a los compradores. La Risa, de Madrid, dejaba constancia el 2 de septiembre de 1888 de que el chocolate había “que venderlo regalando cromos y chucherías”. Y su público preferente pronto empezó a estar formado por los niños: “sacaba siempre al balcón, cuando los reyes llegaban, las botas, y me dejaban juguetes, cromos, turrón, caramelos amarguillos, en cajas muy rebonitas y otras cosas exquisitas que encantan a los chiquillos” (José Rodao: “Lo que dan ahora”, en Pluma y Lápiz, Barcelona, 1-1-1902).
Parece que la iniciativa de utilizar cromos como vehículo publicitario, intentando que la clientela se mantuviese fiel a una determinada marca, fue del fabricante de sopas Liebig. En 1872 editó una colección en varios idiomas y la distribuyó por Europa para incrementar sus ventas. Fue un primer paso al que siguieron otros en todo el mundo, que en muchas ocasiones tuvieron a Don Quijote como protagonista (ver el catálogo Iconografía popular de El Quijote. Ciudad Real, 2005). En esta ocasión presentamos seis deliciosas colecciones de diferentes países.
INDICE
Introducción
Series de cromos
Wilson Packing & Co.
Lavazza
Au Bon Marché
Liebig
Teatro Principal de Cartagena
Kholer
Bibliografía