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El azul de Prusia, los campos de exterminio nazis y ‘La gran ola de Kanagawa’

08/10/2024
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El azul de Prusia, los campos de exterminio nazis y ‘La gran ola de Kanagawa’

08/10/2024

María José Ruiz García, Universidad de Castilla-La Mancha

A los humanos nos gusta el azul, o al menos eso dicen las estadísticas. Utilizado desde tiempos inmemoriales, no era un color fácil de conseguir, por lo que pintar o teñir cosas de azul costaba una fortuna. Hasta que llegó el azul de Prusia, una sustancia de color azul oscuro empleada como pigmento en pintura, y transformó el mundo.

Su relación con los campos de exterminio nazis es una de las mayores polémicas que han existido en torno a un color y, en arte, sin él no existiría, para empezar, La gran ola de Kanagawa.

El origen del azul de Prusia

A principios del siglo XVIII algo cambió el curso de la historia del azul. Johann Conrad Dippel, un alquimista fracasado, y Johann Jacob Diesbach, fabricante de colores, trabajaban en un laboratorio de Berlín.

Diesbach estaba preparando tinte carmesí y, sin que se sepa muy bien por qué, incluyó en el proceso el aceite de hueso –un subproducto de la descomposición de huesos– de Dippel. En lugar del rojo esperado obtuvo un nuevo tipo de azul. Aunque ni Dippel ni Diesbach conocían la naturaleza exacta del pigmento, enseguida vieron su potencial económico y perfeccionaron la receta para producirlo en grandes cantidades. Acababa de nacer el azul de Prusia.

Al principio lo llamaron azul berlinés debido a su origen, pero, con el tiempo, su fabricación sencilla y barata propició, entre otras muchas cosas, que el ejército prusiano lo usara para teñir sus uniformes. Entonces se popularizó como azul de Prusia por asociación de ideas.

Arte azul

El sepulcro de Cristo. Van ded Werff representó a Cristo muerto como un desnudo ideal. La túnica de María Magdalena está coloreada con azul de Prusia. Collection Museum Boijmans Van Beuningen, Rotterdam, CC BY

Los pintores pagaban verdaderas fortunas por el azul ultramar, fabricado a base de lapislázuli. Rápidamente aprovecharon la existencia de un color azul estable y bonito de precio asequible. La primera obra pictórica en la que se sabe que se utilizó el azul de Prusia es El sepulcro de Cristo (1709) del pintor holandés Pieter van der Werff.

Otra de las obras azules más famosas del mundo es La gran ola de Kanagawa (1830-1833), que aparece desde julio de 2024 en el reverso de los billetes de 1 000 yenes en Japón. La ola es parte de una serie de grabados del artista japonés Katsushika Hokusai denominada “Treinta y seis vistas del monte Fuji”. Los primeros diez grabados de la serie, entre los que se encuentra La gran ola, se consideran las primeras estampas japonesas en las que aparece el azul de Prusia sustituyendo al azul índigo, menos estable, utilizado hasta entonces.

Pero el azul de Prusia no es solo valorado por su innegable contribución a la producción artística de pintores como Munch, Van Gohg, Monet y Picasso. Su composición y propiedades químicas lo convierten en una polifacética sustancia con múltiples y sorprendentes aplicaciones.

La química del azul de Prusia y el cianuro

El azul de Prusia es un compuesto de coordinación. Este tipo de sustancias presentan dos componentes principales, un metal en el centro y una serie de moléculas denominadas ligandos que se colocan a su alrededor. En el caso del azul de Prusia el metal es el hierro y los ligandos aniones cianuro. Sí, cianuro.

Gracias al químico Carl Wilhelm Scheele sabemos desde el año 1783 que por descomposición del azul de Prusia se obtiene un gas incoloro con un suave olor a almendras amargas, propiedades ácidas y tremendamente tóxico. Este gas fue bautizado como “ácido prúsico”, aunque actualmente se conoce como cianuro de hidrógeno.

La capacidad tóxica del cianuro de hidrógeno pronto encontró aplicación, entre otras, en la fabricación de pesticidas.

El Zyklon B usado por los nazis

El pesticida que los nazis emplearon en las cámaras de gas en campos de concentración y exterminio, el Zyklon B, contenía cianuro de hidrógeno absorbido en tierra de diatomeas, lo que permitía su envasado y transporte en forma sólida.

A este preparado se le añadían irritantes oculares como medida de seguridad en caso de fuga accidental, y se presentaba en forma de gránulos azules que liberaban el gas tóxico al exponerse al aire. Debido al riesgo para los manipuladores, los gránulos debían almacenarse y transportarse en contenedores metálicos herméticamente sellados para evitar su exposición al aire.

Aunque parece que inicialmente los nazis lo utilizaron como agente desparasitante, pronto pasó a ser empleado como agente letal, causando la muerte de millones de personas entre 1941 y 1945.

Uno de los principales debates sobre la dimensión del genocidio ha girado en torno a la evidencia de residuos de azul de Prusia en algunas instalaciones de campos de exterminio. La inquietante controversia surge porque el azul en las paredes de los campos de exterminio es utilizado por negacionistas del holocausto, argumentando que solo se veía en las cámaras de desparasitación y no en las cámaras de gas.

Residuos de azul de Prusia en la cámara de gas del campo de concentración de Majdanek. Jolanta Dyr/Wikimedia commons, CC BY-SA

Antídoto en envenenamientos por talio y cesio

Pero si el azul de Prusia contiene cianuro, ¿por qué no morían envenenados los pintores y los soldados prusianos al entrar en contacto con él?

Pues porque para que el cianuro ejerza su función tóxica debe liberarse. En el azul de Prusia se encuentra tan fuertemente enlazado al hierro que no es en absoluto tóxico.

Lejos de ser peligroso, el azul de Prusia se utiliza en medicina como antídoto en los envenenamientos por talio y cesio radiactivos. En estos casos el pigmento se asocia con el tóxico y favorece su eliminación por las heces que, consecuentemente, adquieren un color azul.

Flores azules

Spiraea aruncus (Tyrol), cianotipia de Anna Atkins. Museo Metropolitano de Arte/Wikimedia Commons

El azul de Prusia también ha contribuido al desarrollo de la ciencia y la tecnología al permitir captar y copiar imágenes gracias a la luz. A este proceso se le denomina cianotipia y es un método fotográfico monocromo. Fue inventado en 1842 por Sir John Herschel, aunque fue la botánica Anna Atkins quien lo popularizó al utilizarlo para registrar imágenes de las plantas de su herbario sin tener que dibujarlas.

Hoy en día numerosos artistas utilizan la cianotipia en sus obras porque el proceso es muy sencillo de realizar con reactivos muy fáciles de conseguir y los resultados son espectaculares.

Otro uso muy extendido de esta técnica fotográfica fue el de la copia de planos. Arquitectos e ingenieros de todo el mundo reproducían sus diseños mediante cianotipia y a las copias se les denominaba blueprints. Evidentemente esta práctica cayó en desuso con la aparición de las fotocopiadoras, pero en mi opinión aquellos planos y bocetos tenían un punto de arte.

Si como a mí a usted también le gusta el azul, quizá la próxima vez que nos pregunten por nuestro color favorito tendríamos que matizar y decir que es el azul de Prusia.The Conversation

María José Ruiz García, Profesora Titular de Universidad de Química Inorgánica, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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