Diana Rodríguez Rodríguez, Universidad de Castilla-La Mancha y Daniel Juárez Santos-García, Universidad de Castilla-La Mancha
La natación es uno de los deportes más populares y practicados, tanto en piscinas cubiertas como al aire libre. Su práctica conlleva importantes beneficios en la condición física y la salud, tanto en personas sanas como en personas con alguna dolencia o patología. Además, esta actividad aporta otros beneficios desde el punto de vista recreativo.
Sin embargo, a pesar de todos estos efectos positivos, hay que tener en cuenta que la exposición directa a productos químicos y subproductos de limpieza del agua, generados por el empleo de desinfectantes para su tratamiento, podría causar efectos negativos para la salud.
La desinfección del agua tiene como objetivo la eliminación y la desactivación de microorganismos, pero además estos desinfectantes reaccionan con la materia orgánica presente en el agua, generando subproductos que pueden tener potencialmente efectos en la salud.
Consecuencias de la limpieza del agua
La desinfección del agua potable se ha llevado a cabo de forma habitual desde comienzos del siglo XX con el fin de eliminar y desactivar los microbios patógenos en el agua para el consumo humano. Los desinfectantes, además de acabar con los elementos patógenos, también actúan como oxidantes, previniendo el crecimiento de algas.
De igual forma se lleva a cabo la desinfección del agua de las piscinas, un proceso que inactiva microorganismos para prevenir brotes de enfermedades infecciosas. El cloro (realmente hipoclorito sódico, NaClO) es el desinfectante más utilizado debido a su bajo coste.
Al entrar en contacto con el agua, el hipoclorito sódico se descompone y forma ácido hipocloroso (HClO). Este último es un ácido débil y es el responsable del efecto bactericida en el agua de la piscina, pues atraviesa la membrana externa de la mayoría de los agentes patógenos, especialmente bacterias, causando su muerte. Es decir, el ácido hipocloroso es el desinfectante y agente oxidante responsable de la limpieza del agua de las piscinas.
Pero además, la cloración del agua está asociada con la formación de subproductos de desinfección. Algunos estudios han demostrado que la presencia de estos subproductos está asociada con efectos adversos para la salud en nadadores y trabajadores de piscinas (como socorristas y monitores).
Se han llegado a identificar más de 600 subproductos diferentes, entre los que destacan los haloácidos, los halometanos y los haloacetonitrilos, así como contaminantes no halogenados, como el benzaldehído y el ácido ftálico. De estos, los trihalometanos (THM) y las cloraminas son los subproductos más estudiados.
Formación de cloraminas y trihalometanos
El cloroformo (CHCl₃) es el más conocido de los trihalometanos. Se forma por reacción del ácido hipocloroso con la materia orgánica de los bañistas (caspa, escamas de piel, cremas, cosméticos, etc.).
En cuanto a las cloraminas, existen las mono, di y tricloraminas (NH₂Cl, NHCl₂ y NCl₃, respectivamente) y son las que provocan ese olor característico a cloro. Las cloraminas se forman al reaccionar el ácido hipocloroso con la urea (CO(NH₂)₂) de la orina y el sudor. Es como si mezcláramos lejía y amoniaco en la limpieza de hogares (algo que nunca se nos ocurriría).
Problemas de salud asociados a los desinfectantes
Los problemas de salud más comunes por esta exposición a los subproductos de desinfección van desde la irritación de ojos, sequedad e irritación de la piel a las infecciones en el oído (otitis).
Además, hay estudios que han encontrado una mayor prevalencia de asma o síntomas respiratorios entre nadadores. En otros trabajos se ha demostrado que algunos de estos subproductos tienen incluso potencial genotóxico y mutagénico. También, se ha encontrado una asociación con un mayor riesgo de padecer cáncer de colon y vejiga.
Los bañistas van a estar expuestos a estos subproductos, lo que puede afectar a su salud. Ahora bien, si la práctica no es demasiado intensa, o bien si se lleva a cabo en piscinas al aire libre, los problemas serán de menor impacto, pero ¿qué ocurre con un nadador de alto nivel?
Los nadadores de élite pasan mucho tiempo entrenando, en torno a dos veces al día durante seis días a la semana, con 2-3 h por sesión, cubriendo distancias de nado de 65 a 130 km semanales, dependiendo de su especialidad.
Normalmente, por las condiciones climatológicas, estos deportistas suelen entrenar principalmente en piscinas cubiertas pudiendo no solo ingerir el agua, sino también inhalar el aire donde pueden estar presentes estos químicos por evaporación y quedar más tiempo en el aire por una peor ventilación. Estos subproductos de desinfección pueden afectar a su salud y a su rendimiento, ya que entre otras cosas puede suponer que en algunos momentos se tenga que reducir el volumen de entrenamiento en el agua.
¿Se vigilan estas sustancias?
Por tanto, las piscinas son ambientes con altos niveles de subproductos debido a la desinfección continua del agua y a la constante carga orgánica de los bañistas. La presencia y número de estos subproductos en piscinas depende de factores como el método de tratamiento del agua, la concentración de desinfectante utilizado, el contenido de materia orgánica, el tiempo de contacto con los bañistas y la concurrencia de bañistas.
La Organización Mundial de la Salud, la Agencia de Protección Ambiental Americana y otras agencias han establecido valores de referencia para los subproductos generados en el agua potable. Sin embargo, para el agua de la piscina no existen tantas regulaciones, aunque los niveles mutagénicos en el agua de la piscina pueden ser similares a los del agua potable. Solo el cloroformo, los trihalometanos y las cloraminas están regulados en términos de calidad del agua de piscinas, a pesar de la cantidad de subproductos que hemos visto que se pueden formar.
Dada la importancia del tema es necesario llevar a cabo más trabajos de investigación para obtener más resultados concluyentes.
Diana Rodríguez Rodríguez, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Castilla-La Mancha y Daniel Juárez Santos-García, Profesor Titular de Universidad, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.